lunes, 4 de abril de 2011

Analizando el cambio entre Leones y Bravos

La salida de José Castillo y Jackson Melián casó más polémica entre los seguidores del Caracas que la salida de Yorvit Torrealba entre los parciales de Margarita. Claro, lo segundo era esperado por todos, pero ¿y lo primero?
El recuerdo es vago: fue un reportaje de El Nacional, en los años 80, con la firma de Rodolfo José Mauriello. El título resumía el espíritu del trabajo y proponía, más o menos, que “En Venezuela, los cambios se hacen por odio”. Hasta Víctor Davalillo y César Tovar fueron víctimas.

Recordamos el artículo del viejo maestro cuando supimos del pacto entre Leones y Bravos, que envió a José Castillo y Jackson Melián a Margarita, por Yorvit Torrealba y dos prospectos más.

La gerencia melenuda nunca desmintió que el guariqueño fuera el principal señalado cuando el alto mando habló de peloteros que supuestamente no habían puesto todo su corazón en los playoffs.

Aquello marcó la salida del nativo de Las Mercedes, injustamente.

La decisión de no repetir al manager Dave Hudgens, a pesar de sus dos primeros lugares y un título, y la misma salida de Torrealba, también se anotan en este aparte. Pero Caracas ha probado antes hacer las cosas bien cuando toma medidas drásticas. ¿Lo hizo hoy?

Dos detalles llaman a la cautela del lado capitalino: que pudiera haberse hecho “por odio”, en efecto, y que Torrealba no vaya a quechar.

Lo primero es menos crucial: si fue un error de apreciación convertir a Castillo en el pararrayos de la debacle de enero, el objetivo paralelo de la transacción no es errado per sé, pues los felinos mantienen a pocos peloteros cuando ya no pertenecen al llamado beisbol organizado, señal de declive deportivo.

Puede que a la fanaticada le duela, pero ¿cómo, entonces, dar paso al abundante talento joven de la divisa? En nuestra opinión, Castillo no merecía ese asomo de duda sobre su entrega, aunque los cambios son parte de su profesión.

Torrealba, su contraparte en la transacción, tiene mucho valor como catcher. Pero en Venezuela no quecha y difícilmente quechará. Con el tiempo ha mejorado la ofensiva, pero no es el designado ideal.

La clave para los melenudos está en haber sacado a los insulares dos jóvenes adicionales.

Dixon Machado está bien evaluado en el norte y pinta bien; el otro, Junior Subero, es un pitcher con herramientas, pero muy joven. Una apuesta más que difícil de descifrar, a largo plazo. Si evolucionan bien, Caracas habrá hecho un buen negocio.


Tiene mérito haber podido incluir a esos dos prospectos en la negociación. Los neoespartanos vendieron a Torrealba a su precio nominal y por su valor de mercado. No hay duda de que fue un cambio “por odio”, pues hasta peleó con la directiva durante la postemporada y se marchó.

Teniendo que cambiarle a juro, lo lógico es que el pacto fuera Torrealba por Castillo y nada más. Pero los Bravos jugaron bien sus cartas.

El gerente general Rubén Mijares, a la búsqueda de peloteros de posición con experiencia, recibió no a uno, sino a dos veteranos. Es muy probable que ni Castillo ni Melián bateen tanto en Margarita, donde hay mucha humedad y se juega al nivel del mar. La pelota no vuela tanto como en el Universitario, que es el Coors Field de Venezuela. Pero deben ayudar en la 2011-2012.

Si el Caracas, por su principio de salir de los peloteros que actúan en circuitos independientes, actuó en función de su futuro, la solución para los neoespartanos, además de resolver una crisis en la cueva, es de corto plazo. Quieren ganar ya.

Muchos aficionados de los Leones han recordado (¿cuándo no?) la frustrada adquisición de Dilson Torres. Es otra injusticia, pues por cada Torres hay varios Scutaros.

En todo caso, los cambios no deben evaluarse buscando ganadores y perdedores. Los cambios no son un juego, son un negocio, en el que hay necesidades y razones para llevarlos a cabo.

Sólo el paso d

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